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lunes, 1 de noviembre de 2010

Lo que nace al calor del dolor


¿Qué es en definitiva lo que nos moviliza?

¿Qué es lo que nos nace desde el fondo del corazón a todos los que nos creemos “apartidarios” políticos, pero con algún tipo de ideal?

Somos parte de la generación argentina que nació en medio del infierno de la dictadura. En nuestra niñez la primavera democrática alfonsinista nos pasó de largo porque justamente éramos niños.

Fuimos creciendo y en nuestra primera adolescencia nos llenó el neoliberalismo feroz que no solo destrozó la sociedad, sino que también minó cualquier posibilidad de militancia.

¿Militancia para qué? Si todo era la misma mierda, si los peronistas no se parecían en nada a Perón y Evita. Si la oposición hoy era oposición y mañana se aglutinaba ante cualquier ofrecimiento del gobierno. Las voluntades políticas se compraban. Los partidos no importaban. El turco, que tan mal nos hizo, le daba la mano a los asesinos como Rojas, y el boleto libre de la impunidad a los represores con el indulto.

Los años siguieron pasando y el neoliberalismo nos destrozó de tal manera que el grito de despedida fue ¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!

El Estado que se achicó para agrandar la Nación se llevó consigo no solo las empresas estatales, sino la dignidad humana y con ella la noción de que entre todos construimos y discutimos el país. Si. El país lo hacemos todos y cada uno de nosotros. Los que nos gobiernan son parte nuestra. Nos olvidamos tanto de eso durante todos esos años que nos pareció tan raro este pingüino que hablaba raro, se mostraba cómico y se peleaba con pesos pesados.

La primera señal de que algo estaba cambiando era justamente eso: los rivales elegidos. La no memoria impulsada por los de siempre, los jerarcas militares impunes, las corporaciones que buscan siempre que seamos carroña para sus buitres.

La segunda señal fue que de a poco empezábamos a hablar de política con otros. De política en serio. No de la Ferrari, las boludeces y otras tantas. Sino de redistribución de ingresos, modelos de país, revisionismo histórico, de que mierda queremos como argentinos.

La tercera señal y posiblemente la más definitiva son los pasos en el gobierno de Cristina: ir contra el resto de los rivales: el multimedio que nos maneja, los terratenientes de campo (que no son el campo, pero se adueñaron de esa expresión), las bancas que manejaban nuestro dinero previsional, la concentración informativa en torno a Buenos Aires, la ausencia del Estado.

¡Si che! Habíamos pasado de echar a todo el mundo a la mierda a pensar en política, a discutir de política y a vivir más “cívicamente comprometidos” en la Argentina.

Posiblemente sean esas cosas las que despedimos, las que lloramos, las que nos llevaron a movilizarnos y a decir ¡Que cagada!

Pero después de eso, pienso y todo cambia. Las imágenes del velorio muestran que no estoy solo, que no lo estamos. Que hay muchos que sienten algo parecido a esto.

Eso no nos hace kirchneristas, sino argentinos que quieren decidir hacia adónde vamos. Nos hace entender que queremos un rumbo para el país y que vamos a pedirle a aquellos que quieran representarnos que hay cosas que no tienen que cambiar nunca.

Nadie va a escribir las páginas de nuestro libro sino nosotros mismos.

Empecemos a escribirlas. Durante mucho tiempo estuvieron vacías.

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