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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Algunas cuestiones editoriales

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El diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca en la provincia argentina de Buenos Aires, publicó en el día de ayer, 9 de noviembre, su editorial referida a la muerte del genocida Emilio Eduardo Massera.
Hasta ahí nada raro. Pero leyendo la misma nos encontramos con ciertas afirmaciones escalofriantes, como mínimo.

Bienvenidos a la editorial "Murió el Almirante Massera" del diario La Nueva Provincia. (http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/9/11/2010/ab9004.html link de la misma en internet)


" No tendría sentido esbozar aquí una suerte de biografía en cifra del almirante Emilio Massera, fallecido ayer, a la edad de 85 años, en el Hospital Naval. No porque la figura en cuestión careciese de interés para legitimar un propósito semejante, sino porque no es éste el espacio y, mucho menos, la oportunidad. Llegará el día en que, si no acallados para siempre, cuando menos atemperados los odios y las pasiones que despertara en sus años de esplendor político --contemporáneos al así llamado Proceso de Reorganización Nacional del cual fue, por paradójico que resulte, uno de sus forjadores y, al propio tiempo, una de sus principales víctimas--, pueda acometerse dicha empresa con mesura e imparcialidad."



Evidentemente llamar a Massera victima del Proceso de Reorganización Nacional es, por lo menos, irónico teniendo en cuenta la cantidad de victimas humanas que hubo en esa oscura época.
Espero realmente que nunca llegue el día en que la mesura y la imparcialidad dejen de llevar a pensar que los muertos son muertos, los desaparecidos son desaparecidos y los bebes robados son bebes robados. Que los crímenes cometidos por el Estado son atroces, y que nadie merece ser condenado sin un juicio justo.



De lo que se trata y de lo que tratan estas líneas, escritas apenas conocida la noticia de su muerte, es de otra cosa. Por de pronto, de trazar siquiera sea a vuelo de pluma, una semblanza del personaje. Nacido en Paraná, el 19 de octubre de 1925, ingresó en la Armada, como cadete del Cuerpo General, en 1942 y tuvo una destacada carrera que lo llevaría a comandar distintas unidades de la Flota y la fragata "Libertad", en 1966; a cumplir funciones de profesor en la Escuela Naval Militar y la Escuela de Guerra Naval; a cargos de relevancia en puestos de gabinete del Comando en Jefe y, entre 1971 y 1976, a cubrir los cargos de Secretario General Naval y Comandante de Operaciones Navales.



Bla, bla, bla.



Antes de marzo de ese año, su carácter enérgico y acentuada vocación política --nada común en la Armada--, lo situaron en lugares de relevancia, razón por la cual a nadie sorprendió cuando el mismísimo Juan Domingo Perón reparó en él para asumir la conducción de la Marina. No desentonó entonces, a pesar de tener que sortear innumerables dificultades, fruto de la tradicional enemistad que, desde antes de septiembre del '55, había caracterizado las relaciones del peronismo y la fuerza naval. Fue durante esa época cuando sus dotes de negociador y conductor político se solaparon y hasta por momentos opacaron a las propias del Almirantazgo. Fue entonces, también, que su apellido comenzó a dividir aguas en la fuerza: había nacido el "masserismo" y, obviamente, su oposición, fenómeno harto inusual en un arma tan celosa de sus tradiciones y tan refractaria a los liderazgos carismáticos con proyecciones políticas.



Es un hermoso relato de la construccion de poder del señor democratico Massera.



Analizada su figura desde esta perspectiva, la suya fue una personalidad atípica, acaso única en la historia de los hombres de mar, sólo comparable --aun cuando todas las comparaciones, según reza el adagio clásico, sean odiosas-- a la de Isaac Francisco Rojas. No en virtud de una inexistente comunidad de ideas o de una misma forma de concebir la acción política. Sólo en razón de este dato decisivo: han sido los dos únicos almirantes que, por distintos motivos, despertaron pasiones encendidas a favor o en contra --poco importa-- en el curso del siglo XX en la Argentina.



¡Que gran comparacion hace esta editorial! Massera e Isaac Rojas. Ambos marinos. Ambos asesinos. Uno del proceso del 76´, el otro del bombardeo a civiles del año 55´.




Massera, más osado que Rojas a la hora de ejercer el poder, tuvo especial protagonismo a partir del pronunciamiento militar del 24 de marzo de 1976 y hasta septiembre de 1978, período en el cual integró la Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas.



Osadisimo Massera, imaginese usted. En la ESMA (Escuela de Mecanica de la Armada), lugar del cual era amo y señor, pasaron miles de personas que fueron torturadas, violadas, abusadas, robadas, asesinadas, silenciadas.



En ese año pasó a situación de retiro por propia voluntad, con la secreta esperanza de vertebrar un movimiento político capaz de llevarlo a la presidencia de la República. Quizá haya sido ésta la mayor ambición de su vida que, con todo, no pasó de ser un sueño fugaz y trunco por el final patético --con pena y sin gloria-- del Proceso de Reorganización Nacional.



Este señor, que fue condenado por la justicia, soñó que después de tanto horror que desplegó, el podía ser un líder natural y "democrático" para el pueblo. Menos mal que el proceso tuvo un final. ¿Cuántos muertos mas hubiesen habido sino?




No fue, demás está decirlo, la mezcla de Maquiavelo y asesino serial que han pintado sus enemigos, tan feroces a la hora de enjuiciarlo con la pluma, como lo habían enfrentado antes en esa tremenda guerra civil en la cual ellos llevaron la peor parte.




Podríamos preguntarnos como debemos definir a un hombre que la justicia condenó a cadena perpetua por tres casos de homicidio con alevosía, 12 de tormentos, 69 privaciones ilegales de la libertad y siete robos. Esto es lo que pudo ser probado, no significa que no haya cometido mas crímenes.
Además es asombroso que pasados 34 años del comienzo de ese proceso, alguien en su sano juicio pueda llamar "guerra civil" a esos siete años.




Tampoco fue, mirado a la distancia, el clásico almirante forjado en el molde de Brown. Tuvo la descomunal y trágica potestad, a la vez, de ser --junto a los otros miembros de la Junta de Comandantes-- dueño de la vida y de la muerte de las personas, algo que nadie, ni siquiera Rosas, en el siglo XIX, y tampoco Perón, en el siguiente, tuvieron en esa escala.




¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Menos mal que otros seres humanos no tuvieron la descomunal y trágica potestad de ser dueño de la vida y muerte en Argentina!!!!!!!!!



Como no podía haber sido de otra manera, el ejercicio de tamaño poder lo signó para siempre. Que a veces ese poder se usó mal, no es, a esta altura, ningún descubrimiento. Pero salvo en las conflagraciones de fantasía o en las que se desarrollan en mesas de arena, todas las formas de guerra irregular terminan de la misma manera: al terror se le opone el contraterror.



Repito: condenado judicialmente por tres casos de homicidio con alevosía, 12 de tormentos, 69 privaciones ilegales de la libertad y siete robos.




A los principales responsables del Proceso --y el almirante Massera fue uno de ellos-- les tocó en suerte la decisión más difícil que haya debido enfrentar militar alguno en el último siglo y medio de historia argentina: ¿cómo tratar a un enemigo que había adoptado características criminales en la consecución de la lucha política? Si hicieron bien o mal en aplicar los métodos antiterroristas por todos conocidos, es algo que seguirá siendo materia de discusión por espacio de décadas. Mientras tanto, el flagelo subversivo fue cortado de raíz, ahorrándole males inimaginables al país.



Gracias por ahorrarnos los males como las monjitas francesas, los curas palotinos, Angeleri, Mugica, Rodolfo Walsh y Azucena Villaflor entre otros. No se podía vivir en un país con esos peligros.



Como quiera que haya sido, en el plano político el Proceso de Reorganización Nacional resultó, a la postre, un fracaso tanto más ostensible cuanto que nunca antes se habían dado entre nosotros las condiciones para que un gobierno sentase las bases de una Argentina distinta. En cambio, las rencillas absurdas entre los miembros de la primera Junta de Comandantes y la incapacidad para acometer los cambios de fondo que la Nación pedía a gritos, hicieron que la empresa política epilogara de manera lastimosa. En ese terreno, no lo que hizo la Junta --cualquiera sea el juicio que nos merezca-- sino lo que, con el enorme poder del gobierno militar, dejó de hacer, signará para siempre a sus integrantes.



No estoy de acuerdo en que hayan fracasado. El plan sistemático de desaparación de personas, robo de bebes y propiedades de los asesinados, la patria financiera y no productiva, el desempleo, la flexibilización laboral, la no posibilidad de discusión y protesta, el aumento exagerado de deuda externa y tantas otras cosas fueron ejecutadas a la perfección.
Ha sido, posiblemente, el "gobierno" argentino que mas cumplió con su plan original.



La muerte del almirante Massera ha despertado la ira de quienes no saben perdonar y el odio de los que no pueden olvidar. Unos y otros parecen no darse cuenta que prolongan así la pasada guerra civil. Massera, cargado de años y con la experiencia de su derrota política a cuestas, hacía ya tiempo que había dado por terminada dicha contienda. En ello demostró un espíritu abierto a la reconciliación y ajeno a todo sectarismo, que lo honra.




No hay posibilidad de honra en una persona que reivindicó los crímenes cometidos, que se adjudicó el poder de la vida y la muerte sobre otros seres humanos, que fue tan cobarde que no declaró todo lo que cometió y se llevo a la tumba, datos para esclarecer muchos hechos no aclarados 34 años después.

Llamativo decir que ha despertado "la ira de quienes no saben perdonar y el odio de los que no pueden olvidar". Todos "ellos", sean quienes sean, le dieron a Massera algo que el no ofreció a otros.

Sin merecerlo, Massera encontró justicia en la sociedad argentina. Nadie lo asesinó, lo abusó, lo violó, lo ejecutó, lo picaneo, lo defenestro en su dignidad humana, le robó sus propiedades, sus hijos, su historia.

Aún en este ultimo momento de su vida, su familia pudo despedir sus restos y darles sepultura.

Nada de esto le ofreció Massera a todos los seres humanos que pasaron bajo sus garras.

Como reza el afiche muy bien hecho por "Murra Creativa" tras la muerte del genocida:

QUE DESCANSE LA PAZ

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